viernes, 28 de mayo de 2010

Sobre la crueldad humana

Con sólo tres voces principales, El pintor de batallas, una de las últimas novelas del prolífico y exitoso escritor Arturo Pérez Reverte, no repara en deslumbrarnos con su conocimiento sobre el arte pictórico (hace referencia y detalla más de cuarenta pinturas de batallas), ni en apabullarnos con las descripciones de las más de cincuenta ciudades y lugares que globalizan el pequeño y solitario entorno donde sucede la acción. Caigo en cuenta, ahora que escribo estas líneas, que este autor tiene la tendencia, por lo menos en las novelas que yo he leído de él, de abrumar a sus lectores con datos, detalles, nombres para cada cosa -acuérdense, por ejemplo de La Carta Esférica: tenías que ser un experto marino para saber de qué iba el asunto, o bien, leer la novela con diccionario especializado en mano.

Pero volviendo al tema: Faulques, uno de los tres personajes de la novela -el pintor de la batalla que las incluye a todas-, vive en un paraje solitario, cerca de la playa, en un castillo en donde realiza un mural que va a contener todo lo que él, fotógrafo de guerra, ha visto. Un día, es abordado por el croata Ivo Markovic, excombatiente en la extinta Yugoslavia, que lo busca para matarlo. Años atrás, Faulques se hizo famoso con una foto del soldado Markovich publicada en la portada en una revista que recorrió todo el orbe y que los serbios utilizaron para ubicar y eliminar, de manera cruel, a la familia del croata. Pero antes de matar a Faulques, Ivo quiere hacerle algunas preguntas...

La novela es, en algunos tramos, de difícil lectura por la cantidad y profundidad de reflexiones que van desde las personales hasta las filosóficas y matemáticas (invoca a Aristóteles y a Gödel) y requiere (o supone), para su total comprensión, que el lector tenga conocimientos de arte, de ciencia –de la teoría del caos, por ejemplo-, de geografía, de historia, de filosofía y hasta del arte de la fotografía. Pero si uno no se agobia con la pretensión del autor de contar con puros lectores muy leídos y escribidos, y consigue seguir atento, el libro es realmente provocador e interesante y reta al lector para que adopte una posición activa ante cuestiones ambiguas que sólo él podrá resolver: el orden y el caos, el mal y el bien, el negro y el blanco, la crueldad humana.

Dicen los protagonistas: "-¿Ya sabe por qué el ser humano tortura y mata a los de su especie...? En esos treinta años de fotografías, ¿obtuvo una respuesta?"-
" - No hacen falta treinta años. Cualquiera puede comprobarlo, a poco que se fije... El hombre tortura y mata porque es lo suyo. Le gusta."

El mural circular en el que Faulques trabaja, en el que ha plasmado sus experiencias de vida, despide olor a maldad, a ésa que es intrínseca al hombre bajo ciertas circunstancias, según se dice en esta novela. Léala para que fije su propia posición frente a un tema tan espinoso.

Y compermisito porque me voy al cine. Dirigida magistralmente por Catherine Corsini (Francia, 1958) -basada en un guión propio-, la gran actriz Kristin Scott Thomas (tan actriz siempre) y el siempre confiable actor español Sergi López, en Partir (2009) logran una película que- empezando por el final, no deja de mantener al público en tensión durante los ochenta y cinco minutos de su duración. El tema, trillado ya: una mujer casada (Suzanne), con una posición económica envidiable, con un apuesto esposo y encantadores hijos, descubre la pasión, a sus cuarenta y tantos años, y decide anteponerla a cualquier otra consideración. Al fin y al cabo, se trata de su vida. Pero las cosas no son tan simples como parecen y las consecuencias saltan donde menos se espera. El final, aunque trágico y “cantado”, mantiene una convicción: la de ser uno mismo; la de encontrarse a cualquier precio. Kristin-Suzanne nos recuerda a Madame Bovary y a Ana Karenina, tan desamparadas, tan ilusas, tan expuestas a la crueldad humana y a la venganza y, a la vez, tan decididas. Son ellas las que abren caminos. No es, para nada, una película feminista pero sí una exposición femenina que prevalece aún en este siglo XXI. Muy recomendable. Días después, aún se me aparece Suzanne, con su profunda y triste mirada verde.

sábado, 22 de mayo de 2010

La velocidad del tiempo

Después del gran éxito de Javier Cercas con su novela Los soldados de Salamina, la lectura de una segunda novela suya plantea al lector, antes de ser leída, el riesgo de la decepción ante un trabajo de menor calidad. ¿Cuántas veces no nos hemos fascinado con un acierto literario para descubrir, más tarde, que el autor dijo todo lo que tenía que decir en ese documento y que no quedó nada más en su tintero? No es el caso de la Velocidad de la Luz que a pesar de tratar sobre el mismo tema de Soldados de Salamina –la guerra- y de utilizar la misma técnica –el relato en proceso que busca la explicación de un destino- nos presenta una trama con frescura propia que logra mantener al lector atado siempre a la siguiente página.

En esta novela de Cercas (2005), el narrador es un estudiante español en una universidad estadounidense en la que conoce a un excombatiente de Vietnam, Rodney Falk, que en su aparente hosquedad encierra un ser humano afectado por un secreto que despierta la curiosidad -a veces malsana- de nuestro protagonista. Pero la verdadera acción se da años más tarde, en el reencuentro, al entrelazarse los dramas personales de ambos personajes.

Bien armada y mejor escrita, la novela nos remite a la guerra de Vietnam y nos posibilita una segunda reflexión, más profunda -asentada por la distancia en el tiempo trascurrido- sobre esa lastimosa conflagración y sus consecuencias para el mundo moderno.

La historia va y viene en el tiempo, testigo de cargo de los horrores de una guerra incomprensible, para delatar los efectos imborrables que causó en aquellos jóvenes americanos combatientes (de los años sesenta y setenta del pasado siglo) que al final llegaron a la conclusión de que esa contienda tenía un único propósito: matar por matar; matar a niños, mujeres, ancianos y jóvenes vietnamitas.

La novela ahonda en entresijos complejos que bordan también sobre el tema del engaño -con los demás y con uno mismo- y sobre las culpas del pasado; sobre aquellas cargas morales que no se dejan exorcizar, sobre los fantasmas que no encuentran reposo. Los protagonistas son individuos pero la reflexión sobre sus acciones y sentimientos nos lleva a un estadío superior, al de las sociedades que si bien han logrado construir grandes imperios económicos lo han pagado muy caro al debilitar su estructura de valores y principios. Al final, Cercas llega, en ambas novelas citadas, a comparar a la víctima con el verdugo, y al pobre lector le queda un mal gustillo difícil de asimilar. Pero así es la literatura.


Y si de cine se trata, qué pena, esperaba más de la última película (Ágora,2010) del director y guionista Alejandro Amenábar (Santiago de Chile 1972: Tesis, 1996; Los Otros, 2001; Mar Adentro, 2004). Ágora cuenta la historia de la filósofa, astrónoma y matemática Hipatía, alejandrina que vivió en el siglo IV D.C. Protagonizada por una tímida Rachel Weisz -cuya vida entre las pugnas de paganos y cristianos parece transcurrir sin mayor pena ni gloria, sin distingo de otras vidas comunes y corrientes, de manera lineal (para usar una analogía matemática)- la historia de esta mujer, excepcional para su tiempo, hubiera dado para mucho más. La película no llega a tomar altura y se queda en una producción hollywoodense (o bollywoodense, para el caso). Faltó dirección y guión y, como ya lo dije, actuación. Y si nos atenemos al rigor, también por allí hubo fallas: cuando se cita la primera noción común o axioma de Euclides: Dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí, se dice que es un teorema y más aún, se aplica de manera incorrecta. Por el mismo camino, la producción de la película, la más cara en la historia del cine español -50 millones de euros- no va de la mano con el poco margen de imaginación que contiene.

Hipatía fue la hija de un reconocido matemático, Teón de Alejandría, de quien heredó un agudo sentido de la observación y el gusto por el estudio tanto de la astronomía como de las matemáticas y la filosofía. Es la primera mujer matemática de la que se tiene noción. Tenía muchos seguidores de todas partes del mundo romano a los que enseñaba en su casa; fue líder de los neoplatónicos alejandrinos. Murió a manos de los cristianos que le tendieron una emboscada, la desnudaron en la vía pública y allí mismo la descuartizaron.

Aunque no queda ningún escrito de esta notable mujer, se sabe de sus desarrollos, sus teorías y sus ideas por sus discípulos. Hipatía ha sido musa de numerosas obras literarias, y su vida e influencia tema de estudios históricos importantes. Merecía una mejor versión fílmica.

domingo, 16 de mayo de 2010

Algunos temas...me cuestan

Entre varias opciones de lectura, me decidí por la recomendación de una amiga: léete a Élmer Mendoza, me dijo, y sin aconsejarme un libro en especial, mi opción fue por la novela de este autor con el sugerente título de “El amante de Janis Joplin”. ¿Sería una novela sobre la famosa cantante de rock? Las primeras páginas sitúan al lector en el norte de México, en una fiesta típica de un pueblo de Sinaloa, en un ambiente cargado de tensión por el efecto de un traficante de drogas local que provoca, con su actitud y violencia verbal, un asesinato accidental. Unas cuantas páginas más de lectura y entran en acción los policias judiciales corruptos que persiguen a un guerrillero y... sorry: no pude seguir con el libro; y conste que no se debe a la escritura de Élmer Mendoza pero me pareció que estaba viendo cualquier noticiero televisivo o que leía la primera plana de cualquier periódico mexicano de cualquier día. No quiero nada con esos temas.

La mayoría de los días ojeo el periódico sin convicción. En general, leo solo los titulares porque hay algo en las noticias que ha dejado de interesarme (tengo esa sensación que los franceses llaman déjà vu). Sin embargo, algunas primicias, de vez en vez, me llaman la atención ¿Cuáles? Las comparto:

Desde Roma llega la noticia: “la copia era el original”. Una pintura de Rafael Sanzio (1483- 1520), el célebre pintor de Urbino, estuvo almacenada durante años en la galeria Estense de Módena, suponiendo que se trataba de una copia hecha en el siglo XVII a partir de La Sagrada Familia o de La Perla. La tecnología moderna de hoy, combinada con el ojo experto de un conocedor, ha demostrado que el hallazgo puede tratarse de “un retrato de mujer” -de Rafael- que aparece inventariado, en 1663, en la Quadrería Estense del Palacio Ducal y que nunca se encontró. Se le ha bautizado hoy como La perla de Módena. Varias historias podrían bordarse alrededor de este misterio que ha tardado más de tres siglos en llegar a un final feliz; ¡Ah, si el cuadro pudiera decirnos dónde estuvo, qué manos lo sostuvieron, qué ojos lo observaron, qué sentimientos despertó!

Otra sorpresa es la declaración que hiciera Paco de Lucía, el virtuoso de la guitarra flamenca, que dice que él viviría mucho más feliz sin la música. Asevera que con la música sufre mucho y que eso de ser protagonista y estar encima de un escenario le da más sufrimientos que satisfacciones. Pero, Paco, digo yo, vamos a ver, y nosotros ¿qué? Ya nos has acostumbrado a vibrar con tu guitarra, a sorprendernos, a que pases por donde nadie ha pasado antes.
Por suerte, también ha dicho en su entrevista que no lo deja (eso de tocar la guitarra) porque de repente se sube a un escenario y empieza a tocar y siente que todo fluye, que algo empieza a flotar en el aire y que no hay estímulo más fuerte que ése. Al final de la entrevista le han preguntado: ¿y a usted qué le queda por hacer? ¿Y qué creen que contesta este carismático gaditano? Pues todo, dice. Lo único que he hecho en mi vida es tocar la guitarra. ¡Una vida pobrísima, imagínate! Sin comentarios, los genios son así.

Y otro genio, éste de la literatura. Pues resulta que se han encontrado cuatro páginas manuscritas por Jorge Luis Borges. Se trata de Los Rivero, un relato inacabado sobre los nietos, empobrecidos y marginados, de un coronel que peleó como lancero. Ya han empezado las especulaciones sobre la fecha y lugar en que se escribieron estas cuartillas y sobre las razones por las que el escritor no continuó con este relato. Será interesante seguir la historia, por demás fantasiosa, de lo que los expertos nos dirán de esta inédita situación. Ya se dice que debió ser escrita en el año 1950 y que el escritor la debió abandonar porque percibió que más que un cuento sería una novela, género del que renegaba; sin duda, esté usted pendiente, se dirá mucho más. Por lo pronto, se hará una edición de lujo de cien ejemplares que incluirá una copia facsímil, su traducción y una serie de dibujos. Si es usted uno de esos afortunados a los que le toque una de estas copias, amigo, sea compartido, déjenosla ver.

domingo, 9 de mayo de 2010

Siempre acabamos llegando a donde nos esperan...

Dice José Saramago -a quien no necesito presentarles- que estando una vez en Salzburgo, fue a cenar al restaurante El Elefante de esa ciudad. Ya estando allí, le llamó la atención una serie de figuras de madera de monumentos europeos emblemáticos, puestas en sucesión y encabezadas por la famosa Torre de Belén de Lisboa. Al preguntar por esta extraña decoración, sus contertulios le explicaron que se trataba de la representación del viaje -de Lisboa a Viena- que realizara un elefante en el siglo XVI, regalo de Juan III de Portugal a su primo el archiduque Maximiliano, yerno de Carlos V, con motivo de su boda. Esta estrafalaria historia fue la inspiración del escritor para dar a luz una novela extraordinaria: El viaje del elefante (2008).

Empiezo por decir que Saramago escribe divinamente; con eso, ya lo digo todo. Sus metáforas son las pertinentes: ni una más ni una menos. Su sui generis sintaxis nos acerca a los personajes y su escritura, a renglón seguido, nos hace dudar de la necesidad de algunas reglas gramaticales. Pero, cuidado, solo Saramago puede hacer esto sin crearnos confusión.

Los tres o cuatro personajes principales de la obra, incluido el elefante Salomón, se quedan cortos frente a un narrador gracioso, candoroso, ingenioso, viajero en el tiempo, docto y guía y consejero del lector. El narrador se hace tu amigo y compañero y te hace pasar tan buenos ratos que hasta te hará reir a solas o, ¡qué apuro!, frente a desconocidos -por ejemplo, en la sala de espera del dentista.

La historia de la novela es simple: el itinerario de un viaje. Pero Saramago, sin querer queriendo, nos la complica. Para muestra, baste un botón: el cornaca indio que se hace cargo del elefante, brahmín él, entabla una conversación, inocente en apariencia, con el comandante portugués a cargo de la expedición -por supuesto cristiano-, sobre los dioses y la religión de cada uno. Las dos cuartillas que registran este diálogo, sacan chispas, por decirlo de alguna manera. Y no han pasado más de una veintena de párrafos de este incidente, que nos lleva a concluir, igual que lo hacen los campesinos lugareños que ven por vez primera a un elefante, que el elefante es Dios. Y claro, el elefante hará milagros, algunos espontáneos y otros por encargo, estos últimos dado que no se puede excluir la hipótesis...de que fritz (el cornaca) haya tocado con el bastón en la oreja derecha de Solimán (Salomón), órgano milagrero por excelencia...Como ya deberíamos saber, la representación más exacta, más precisa, del alma humana es el laberinto. En ella todo es posible.

Dice Saramago: se dice, después de que lo hubiera dicho tolstoi, que las familias felices no tienen historia. Tampoco los elefantes felices parecen tenerla. Y don José se atreve a desafiar el dicho para presentarnos una historia (casi) feliz. No te la pierdas. La traducción de Pilar del Río, excelente.

Y puestos en la realidad (casi) real, acaba de aparecer un libro muy recomendable: Historia de México, publicado por Fondo de Cultura Económica, Secretaría de Educación Pública y Academia Mexicana de la Historia, coordinado por su presidenta, Gisela Von Wobeser. En sus casi doscientas ochenta páginas, trece reconocidos historiadores desarrollan otros tantos capítulos que van desde el espacio mexicano, los orígenes y desarrollo de Mesoámerica y la conquista de México hasta el México contemporáneo, pasando por la época colonial, el México independiente y los años revolucionarios. El libro es parte de las conmemoraciones que se llevan a cabo este año con motivo del bicentenario de la guerra de Independencia y el centenario del inicio de la gesta revolucionaria de este país y viene a desbancar a La nueva historia mínima de México que publicara en años recientes El Colegio de México y que fuera, en su momento, un libro muy vendido. Esta nueva crónica de los aconteceres de estas latitudes se presenta en un documento ameno y de fácil lectura; respeta las opiniones diversas de sus autores, actualiza y corrige errores de historias anteriores y es una invitación para adentrarnos en el contenido ¿No sería maravilloso que todos los mexicanos (y algún que otro extranjero) tuviéramos al menos doscientas ochenta páginas de conocimiento de nuestro México lindo y querido, si muero lejos de aqui...Además, estando los libros a los precios que están, éste es un regalo. Buena idea, léanlo y también regálenlo (conste que no llevo comisión alguna).

sábado, 1 de mayo de 2010

Erre que erre

Los españoles tienen una frase que le da sustento al acto testarudo: estar erre que erre; es decir, estar en la obcecación; en la cabezonería, vaya. Y así estoy yo hoy, erre que erre, con mi recomendación literaria de esta semana: vuelvo al tema de la mujer frente a un marido inerte (en esta ocasión en coma), al que ella le habla para contarle sus miedos, sus fracasos, sus angustias, sus deseos y, de manera principal, su secreto (pues sí, así es, al final del camino, siempre hay un secreto; el conocido cadáver en el clost). He de llamar la atención de que ahora no se trata de una mujer occidental, como en el caso de Cinco horas con Mario, sino de una señora afgana.

Atiq Rahimi, nacido en Kabul, es el autor de La piedra de la paciencia: Sangue sabur – premio Goncourt; uno de los premios literarios más importantes en Francia- que se atreve a escarbar en los intersticios más profundos del sentir femenino porque, según el decir de su editor, es un hombre que cree en el poder de las palabras.

Rahimi, con su país en guerra, emigró en los años ochentas a Pakistán y después a Francia. En este país, a la par de su obra novelística, ha desarrollado una interesante carrera como cineasta. La piedra de la paciencia es su primer libro escrito en el idioma de su patria adoptiva y, según mi interpretación personal, quizá esta audacia fue lo que le permitió adentrarse, con el disfraz de extranjero, en profundidades vedadas para los propios. En escasas cien cuartillas, el autor realiza la proeza de situar al lector en dos planos, en un desolado cuarto donde, como si fuera un escenario teatral, se escuchan los ruidos externos (la guerra, los lloros infantiles, los visitantes) mientras el drama interno entre la pareja toma forma de un monólogo de denuncia reivindicadora. ¿Me comprendes? le dice la protagonista a su comatoso marido, de hecho, lo que me liberó fue el haberte hablado de esa historia...el hecho de habértelo dicho todo...porque desde ahora yo poseo tu cuerpo, y tú mis secretos. Estás aquí para mí. No sé si puedes verme o no, pero de una cosa estoy segura y convencida, de que puedes oirme, comprenderme. Y es por eso por lo que sigues vivo. Sí, estás vivo para mí, para mis secretos...tú eres mi “sangue sabur”-la piedra mágica; la piedra de la paciencia- voy a contártelo todo, todo. Hasta que me deshaga de mis sufrimientos, de mis desgracias...

Parece ser, por lo menos así es en la literatura, que tanto en Occidente como en Oriente,las miserias humanas son parecidas aunque, para mi gusto, el “toque” oriental resulta mucho más poético: en antiguas leyendas persas se dice que Sangue sabur, es una piedra mágica en la cual se depositan las desgracias, los sufrimientos y también los pecados inconfesables; se dice que la piedra escucha y guarda pacientemente todas las confidencias hasta que un buen día no aguanta más y revienta para liberarte de todos tus tormentos. Poesía pura.

En la misma ruta que nos llevaría a Afganistán, está la decisión en su momento del hoy expresidente de los Estados Unidos, George Bush, de invadir Irak en busca de armas de destrucción masiva, supuestamente escondidas por el entonces presidente de esa nación, Saddam Hussein. Es este el tema de la película La Ciudad de las Tormentas (2010) dirigida por Paul Greengrass, estelarizada por Matt Damon y basada en el libro Vida Imperial en la Ciudad Esmeralda: dentro de la Zona Verde de Bagdad, del redactor jefe adjunto del periódico The Washington Post, Rajiv Chandrasekaran, gran conocedor de la problemática de esa parte del mundo. ¿Se acuerda usted que, para gran sorpresa mundial, los invasores no encontraron las armas?¿Qué fue lo que pasó? ¿Cuál era el verdadero motivo de la invasión? Leer el impecable reportaje de investigación del señor Chandrasekaran o ver la película citada, le darán una visión documentada del desastre ocasionado durante y tras la mencionada ocupación yanqui. Al final de la película, en una sola escena muda, también tendrá usted una pista de la posible motivación de tanta destrucción y desastre. Por fortuna, parece ser que no todos los “gringos” se chupan el dedo.