sábado, 24 de julio de 2010

El evangelio de Saramago

Comentar la novela El Evangelio según Jesucristo, del Nobel José Saramago, recién fallecido, tiene su complicación. No me refiero a una dificultad producto de alguna escritura rocambolesca ni tampoco a la que podría originarse por la confusión de su pensamiento; por el contrario, si algo ha de decirse en este sentido tendrá que ser sobre la sencillez de las frases que utiliza, la finura de las descripciones y la claridad del detalle con que Saramago explica el tema. Sin embargo, hay complicación porque la ocurrencia del portugués de escribir un evangelio narrado por el propio Jesús -un autoevangelio-, donde llena huecos de información de los cuatro evangelios canónicos de la Biblia, puede resultar chocante para algunos. ¿Para quién escribió este libro su autor? Desde luego no para aquéllos que por principio ni lo van a comprar ni lo van a leer -ahí no hay nada que hacer-, pero sí para los que tienen preguntas sin contestar, dentro o fuera de la fe católica: ¿cómo era José, cómo María, cómo era la relación entre ellos, cómo fue la concepción, cómo muere José, por qué Jesús sale de su casa, a qué edad, cómo conoce a Maria Magdalena, qué le dice a Jesús el soldado que lo lleva al sacrificio, qué dudas tenía Jesús, qué culpas cargaba?
Como marco general de la novela, cabe decir que el laureado escritor portugués, siendo ateo, o eso es lo que deduzco de su trayectoria de vida -no lo sé con certeza-, no niega (ni pone en duda en ningún momento) la existencia de Dios; lo que sí hace (sin cuestionar su omnipotencia, omnipresencia y omnisciencia), es representarlo a la imagen y semejanza del hombre (consecuencia directa de que Dios haya hecho al hombre a su imagen y semejanza), con sus contradicciones, sus dudas y su lucha entre el bien y el mal: Dios y el Diablo enfrentados, dándole uno sentido a la existencia del otro. En cuanto a Jesús, es, para el portugués, un joven atormentado por la culpa de su padre -quiero saber sobre la culpa, dice a sus trece años frente a los sabios del Templo, de la culpa que yo pueda tener incluso sin haber pecado directamente-, que busca en su pasado el sentido de su presente y de su futuro. Y en este intento de Saramago de darnos (de darse a sí mismo) una versión más terrenal de la vida y obra de Jesús de Nazaret, nos hace dos advertencias principales; en la primera justifica su visión de un Jesús terrenal: ...es posible que estas suposiciones (las de este evangelio) parezcan inadecuadas no sólo a la persona sino también al tiempo y al lugar, osando imaginar sentimientos modernos y complejos en la cabeza de un aldeano palestino nacido tantos años antes de que Freud, Jung, Groddeck y Lacan vinieran al mundo, pero nuestro error, permítasenos la presunción, ni es craso ni escandaloso si tenemos en cuenta el hecho de que abundadan, en los escritos que a estos judios sirven de alimento espiritual, ejemplos tales y tantos que nos autorizan a pensar que un hombre, sea cual sea la época en la que viva o haya vivido, es mentalmente contemporáneo de otro hombre de otra época cualquiera. En la segunda observación -que no tiene importancia en el contexto en el que está colocada en el texto pero sí, a mi jucio, en todo el contenido del libro- nos habla del ejercicio literario: ...en esto de mentir y decir la verdad hay mucho que opinar, lo mejor es no arriesgar juicios morales perentorios porque, si damos tiempo al tiempo, siempre llega un día en que la verdad se vuelve mentira y la mentira verdad... Con estos dos avisos, el autor nos proporciona los elementos para abordar la lectura sin prejuicios. Vamos ahí.
Cuenta este evangelio que José el carpintero padre de Jesús, vive atormentando desde que, en Belén, escuchó de la matanza de niños inocentes y él, en vez de avisar al pueblo de las intenciones de Herodes y sus soldados, decide huir hacia Nazaret con su mujer y su hijo recién nacido. Trece años después, José es crucificado al ser confundido con un guerrillero rebelde y Jesús hereda la culpa del padre (en forma de sueño recurrente), lo que lo obliga a salir de su casa para entender el misterio de su pasado, saber de dónde viene, quién es y para qué obra está predestinado. Su encuentro con Pastor (el Diablo), que lo instruye durante más de quince años en el arte de cuidar rebaños, constituye un duro enfrentamiento verbal, muy interesante, sobre asuntos existenciales. Finalmente el Diablo le dice: no has aprendido nada, vete, y así Jesús emprenderá otro camino que lo llevará a su destino final. En esta travesía conoce a María de Magdala (María Magdalena) que se deslumbra ante el forastero y le ofrece su amor y solidaridad: ...así tenemos que empezar todos, hombres que no conocían mujer y mujeres que no conocían hombre, un día el que sabía enseñó y el que no sabía aprendió... Esta María va poco a poco sustituyendo a María, la madre, que, a pesar de las circunstancias adversas, logra entender y asimilar el simbolismo de este cambio de estafeta: Yo te bendigo, María de Magdala, por el bien que a mi hijo Jesús has hecho, hoy y para siempre te bendigo. Una vez saldado el complejo asunto familar (de la madre que acepta la relación del hijo con una ex prostituta), Jesús, ya siempre en compañía de su mujer, continua hacía los designios de Dios. Y es con Dios y con el Diablo con los que tiene, en medio de una espesa bruma y durante cuarenta días, una profunda y sobrecogedora conversación que confronta a los tres personajes (y de paso al lector). El libro termina con la muerte de Jesús crucificado: se fue muriendo en medio de un sueño, estaba en Nazaret y oía que su padre le decía, encogiéndose de hombros y sonriendo también, Ni yo puedo hacerte todas las preguntas, ni tú puedes darme todas las respuestas. En un artículo de Agustina Jojärt cuyas ideas comparto, nos dice: quizá este sea el evangelio que faltaba: una historia acerca de Jesús, contada por Jesús; cuando el Hijo de Dios es más hombre de lo que cualquiera de nosotros podría haberse imaginado entonces el cristal se torna a veces transparente, otras veces turbio. La imagen que se crea de este Jesús deja de ser incuestionable y acabada. Y agrega: Si bien este Evangelio, según Jesús, según Saramago, es un relato por momentos próximo a nuestras propias capacidades, por momentos extraordinario y divino -como se espera que suceda con lo que del Hijo de Dios proviene-, es de sospechar que algunos hechos y conceptos difieren de los dados a conocer ya por otros Evangelios. Pero no debe buscarse una lógica comprensible que explique al poeta, sino reconocer su íntimo propósito; tal vez, allí esté la magia de lo que diga o se calle. De esta manera, Saramago construye su idea del mundo: quien quiera oír, que oiga.
Y ojo, para no enredarnos: no sé si la idea del mundo de Saramago coincide con tu idea del mundo o con la mía o con la nuestra; lo que sí se, es que El Evangelio según Jesucristo no es un libro sobre teología, es una novela y, desde el punto de vista de la literatura, muy buena.

lunes, 12 de julio de 2010

Las dudas

La película La duda (2008), protagonizada por Meryl Streep, Philip Seymour Hoffman (en 2005 recibió el Oscar al mejor actor por su interpretación de Truman Capote) y Amy Adams (Julie & Julia) plantea una problemática que en los últimos tiempos ha sido primera plana en los periódicos de todo el mundo: la pederastia en los colegios religiosos. En una escuela en el Bronx, en 1964, el padre Flynn, liberal y moderno, se enfrenta con la la hermana Aloysius Beauvier, la estricta e intolerante directora de la institución que durante años la ha conducido mediante el miedo y el castigo. Un nuevo alumno negro ha llegado al colegio y éste es el pretexto para que se desate una lucha “a muerte" entre los dos personajes. La trama se va por el lado del abuso sexual, y el religioso es acusado por un delito en el que no hay pruebas concretas, sólo insinuaciones. El espectador, para no quedarse con la duda, ha de tomar partido. Muy interesante y ¡muy bien dirigida y actuada!

Rodrigo García, el hijo cineasta del famoso escritor Gabriel García Márquez, se ha apuntado otro acierto en sus haberes. Después de las series televisivas Terapia y Six feet under, que me encantaron,acaba de estrenar la película Madres e hijas (Mother and child, 2010) protagonizada por Naomi Watts (inglesa-australiana, nominada al Oscar en 2004 por su trabajo en la película 21 gramos), Annette Bening (dos veces candidata al Oscar como mejor actriz por American Beauty y Conociendo a Julia) y Kerry Washington (El último rey de Escocia, Mr and Ms Smith), en la que se mete en las profundidades de las relaciones entre una madre y una hija. La anécdota es única pero García sabe encontrar las generalidades para que los espectadores se sientan involucrados con la historia. Las figuras masculinas de la película son hombres sensibles y anuentes a las circunstancias pero, tal y como es en la realidad, hay lazos que no les compete anudar. Entre las madres y las hijas existe un lenguaje en el que sin mediar palabra se comunican, en el que se trasmiten deseos y frustaciones y en el que se establece, siempre, una lucha para independizarse la una de la otra. El lazo invisible, incoloro, inodoro, intanginble e indestructible entre madre e hija perdura en el tiempo, el espacio y hasta en la muerte. Eso es lo que nos quiere decir Rodrigo García en esta película en la que ha dejado que los actores actúen con naturalidad, que se expresen y que sean. Un acierto. De acuerdo al cinasta: la película versa sobre “tres mujeres fuertes y controladoras que se enfrentan a cosas que no pueden controlar"; demasiado sintético para mí, que le encontré a esta película muchas otras gracias. Les aseguro que no se van a dormir. Por cierto, los productores del film son los mexicanos González Iñárritu, Del Toro y Cuarón.

También González Iñárritu es el productor ejecutivo de otra película de Rodrigo García: Nueve vidas. La busqué en DVD y ¡bingo!, la encontré. Este film, estrenado en el 2005, sigue la misma línea de los trabajos del cineasta colombiano-mexicano: es la representación intimista de las mujeres protagonistas; nueve momentos (de diez o doce minutos cada uno en pantalla) en el transcurrir de sus vidas que nos dejan ver las cárceles en las que están atrapadas. De hecho, la primera historia nos presenta a una mujer en prisión mientras que las restantes protagonistas, aunque están libres, viven aprisionadas por sus propios fantasmas: sus cuerpos, sus relaciones familiares, sus pasados, sus circunstancias. Y si el guión (también autoría de Rodrigo García) es muy interesante, la dirección y la forma de darle continuidad a los pequeños “flashazos” de cada historia, me pareció magistral. Encontré una narración (de Julie Lynn, productora asociada) de cómo se hizo la filmación; comparto algunos párrafos: El desafío de hacer una película en nueve escenas continuas de entre 10 y 14 minutos se convirtió en una bendición y una maldición. Solamente nueve localizaciones – pero nueve lugares que tenían que estar inmaculados y preparados para rodar planos muy largos que se moverían en cualquier dirección. Solamente entre dos y cuatro días de trabajo para cada actor con la complicación de contar con actores muy solicitados, y el problema añadido de encontrar hueco en sus agendas durante el corto periodo de producción. Solamente tres semanas de rodaje que requerían un equipo muy preparado y experimentado dispuesto a embarcarse en este desafío técnico y humano...La idea de tomas continuas, fue por supuesto, particularmente interesante para nuestro reparto. No hay oportunidad de parar y volver a comenzar a mitad de una escena, no hay planos de resguardo ni de repetir para conseguir diferentes estilos y sutilezas. Muy emocionante, ya que sería la oportunidad de una interpretación continua y real. De hecho, más de un actor dijo que considerásemos hacer “Ocho Vidas” si su pieza no funcionaba. El reparto al completo fue excepcional. Todos tenían ganas de entregarse por completo y demostrar su enorme talento. Rodrigo siempre dice que nunca conoce completamente a sus personajes hasta que el actor se lo presenta. Para esta película esto es especialmente verdad ya que estos actores, extraordinariamente dotados, añadieron tanto a los personajes que los llevaron a otro nivel.
Amigos, ¡lo qué hay tras bambalinas!

sábado, 10 de julio de 2010

Encuerarse

Me ha llamado la atención la convocatoria que desde hace cuatro años lanza la editorial Santillana junto con la Universidad Internacional Menéndez Pelayo: Lecciones y maestros, en la que se reúne, en el hermoso pueblo medieval de Santillana del Mar, a unos cuantos escritores para analizar la obra de tres de ellos. En esta ocasión, sentados en el banquillo, estaban: Héctor Aguilar Camín, Rosa Montero y Manuel Vicent. En los tres días que dura el encuentro, entiendo que las reuniones comienzan con la disección de la obra de los autores analizados (uno cada día), nada menos que a cargo del propio interesado. Como se ve, parece tratarse de una especie de autopsicoanálisis literario grupal, es decir, se trata de “encuerarse” en público. El periódico reporta que Aguilar Camín, que fue el primero en la pasarela, se refirió a sí mismo en tercera persona para decir que no sabía qué decir del escritor que llevaba su mismo nombre. Dijo que ese escritor escribía sin fe en lo que escribe, y que lo que escribe está lleno de fragmentos que no van a ninguna parte. Dijo que por dentro se le revuelven los temas de siempre: el poder, la política, el amor, las mujeres misteriosas, el periodismo, la historia, el whisky y el México, trágico, pujante y violento. Dijo que su carrera de escritor la había empezado tarde en la vida, con su novela Morir en el Golfo, y que ahora, el escritor del que habla quisiera escribir al menos un libro largo, ya que conoce el “estado de gracia” que ello representa. Debió ser una sesión muy especial ya que con sólo la lectura de la breve síntesis periódística, Aguilar Camín, por lo menos a mí, me mueve algunas fibras y me hace resonar con él. Y me hace tener ganas de releer Morir en el Golfo y me mueve a animarlo a que escriba esa novela larga que está esperando su pluma. Cuando tocó el turno a Rosa Montero, dijo de sí misma que a veces le era difícil diferenciar lo vivido de lo soñado y de lo inventado, todo parte de una misma nebulosa. Empezó a escribir desde niña pero aún así considera que escribir una novela no es “coser y cantar”, es más bien como picar piedra y requiere de tomar decisiones en cada párrafo y para cada palabra. Sus novelas, dijo, son carreras de larga distancia. Rosa Montero, para el que la haya leído sabrá que es una profesional de la escritura. De ella se dijo que tiene tres temas recurrentes en sus novelas: la muerte, la memoria y la mentira, mismos que liga con la libertad, la felicidad y la verdad posible. Uno de mis libros favoritos es La loca de la casa de doña Rosa Montero. Se los recomiendo.

Finalmente, le tocó su turno a Manuel Vicent (Castellón, 1936). De él no he leído nada y lo confieso con algo de vergüenza y pena porque su “radiografía” en este encuentro también me hace entrar en resonancia con su visión de la literatura y de la vida. Dijo que la doble vertiente entre la estética y la moral ha sido el fundamento de toda su literatura y añadió: la rebeldía consiste en no resignarse nunca a vivir sin belleza y sin libertad y también sin un placer exento de melancolía...Habrá que leerlo.

Y Woody Allen, otro encuerado. Para aquellos que dijeron, despues de Vicky Cristina Barcelona, que Woody Allen estaba acabado, su última película Whatever Works (2009), es genial. El principal protagonista, Boris Yellnikoff (estelarizada por Larry David, muy conocido por haber sido el cocreador y guionista de la exitosa serie televisiva Seinfeld) toma la palabra y se dirige a la cámara para, mediante un monólogo, introducirnos a su vida (que, por cierto, y no me sorprende, se parece mucho a la de Allen). A partir de ahí se desarrolla la trama de la película que resulta divertida, ágil y profunda. Las tesis principales: el factor suerte y la aceptación de que todo lo que te haga sentir bien está bien, aunque suene desquiciado y sea abigarrado. En palabras de Allen en Match Point, otro de sus bien conocidos filmes: aquél que dijo "más vale tener suerte que talento", conocía la esencia de la vida. La gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte, asusta pensar cuántas cosas escapan a nuestro control. ¿Será?

sábado, 3 de julio de 2010

Sobre tesoros

Hace unos días murió José Saramago, el escritor incómodo como lo llamaron sus detractores. Y me sabe mal dejarlo así, sin decir nada de su obra literaria porque todo lo que le he leído me ha sorprendido, maravillado, conmovido, iluminado y cambiado. Es una pena que don José ya no haya podido ver el último libro que se ha escrito sobre él, una recopilación de sus pensamientos íntimos, que está todavía en prensa: José Saramago en sus palabras, selección de Fernanado Gómez Aguilera. El periódico El País publicó el domingo pasado un extracto de esta novedad de la que yo me permito transcribir (y suscribir) un pequeño párrafo: Empezar a leer fue para mí como entrar en un bosque por primera vez y encontrarme de pronto con todos los árboles, todas las flores, todos lo pájaros. Cuando haces eso lo que te deslumbra es el conjunto. No dices me gusta este árbol más que los demás. No, cada libro en el que yo entraba lo tomaba como algo único. (1988).
Volveré a Saramago (en otra entrega) con su libro El evangelio según Jesucristo del que sólo llevo leídas unas cuantas hojas.

Dicho lo anterior, voy a meterme en otras honduras. Le toca el turno a Orhan Pamuk, el escritor turco (géminis, 1952), Premio Nobel de Literatura 2006. De Pamuk había leído sólo su novela Nieve que me gustó, a pesar de que encontré difícil su lectura. Cómo decirlo; ¿verdad que hay libros que se atoran y hay que jalarlos un poco? Pues así me pasó en ese caso. El tema versa sobre un pequeña ciudad turca (Kars, al noreste del país) cubierta de nieve cuya blancura pareciera el signo de la paz y armonía que reina en ese lugar. Claro, la nieve no deja ver las “tuberías” de una compleja maraña de fundamentalismos que provocan que los escasos habitantes vivan en un infierno. Pamuk se mete en esas entrañas para presentarnos la Turquía profunda. Pero no digo más de Nieve ya que ahora le tocó su vez (en mi casi infinita pila de libros por leer) a sus memorias de infancia y adolescencia. Para contar esta etapa de su vida, Pamuk recurre a la ciudad en la que transcurrieron esos años: Estambul (¿o es al revés: recurre a su vida para hablar de su ciudad?). Estambul, ciudad y recuerdos me ha dejado muy clara la frase de Ortega y Gasset: Yo soy yo y mi circunstancia: uno es uno y también es la ciudad donde se crió y creció. La melancolía de Pamuk es la melancolía de Estambul, que en palabras del autor es más que melancolía, es amargura: ...me iba dando cuenta lentamente de que me gustaba Estambul, por sus restos, por su amargura y porque había perdido lo que en tiempos había poseído...nosotros que vivíamos en Estambul en la segunda mitad del siglo XX, éramos hijos de una cultura que había perdido su antigua riqueza, que se había empobrecido y debilitado, cuya voluntad y cuyas aspiraciones flaqueaban. “La verdad es que de aquí no puede salir nada bueno” era una frase que nunca debía olvidar si no quería tener que arrepentirme después... La decadencia y el auge de Estambul también son las del escritor. Si se logra entender la vida interior del narrador se comprenderá también la profundidad de esa ciudad: Intuía que lo que me hacía caer en una situación de miseria e hipocresía era el propio Estambul. Por supuesto, si había que culpar a alguién no era a las mezquitas y las murallas que tanto quería, ni a las pequeñas plazas, ni al Bósforo, ni a los barcos, ni a las noches tan familiares, ni a las luces, ni a la multitud. Pero la ciudad tenía algo que unía a la gente, que le facilitaba la comunicación ...y yo notaba que no podía adaptarme a eso...cada vez se me iba haciendo más difícil adaptarme siendo “yo mismo” a ese “mundo nuestro”... La acomodada infancia de Pamuk transcurre en interiores (el Edificio Pamuk) mientras que su adolescencia de fotógrafo y pintor lo llevan a recorrer las calles de Estambul, a hacerse uno con la niebla que le envuelve, a mimetizarse con sus sombras, a vivir y reconocer la amargura compartida. Desde luego, el Bósforo es el actor principal: el Bósforo tiene un alma específica... la vida no puede ser tan mala -nos dice Pamuk- cuando al menos uno puede irse a dar un paseo por el Bósforo.

Dos aspectos más de estas memorias me resultaron fascinantes: sus referencias al Estambul visto por los demás, por los de fuera. ¿Quién la entendió? Pamuk nos deja claro que quien la entendió, no tuvo más remedio que amarla. El otro aspecto que llama la atención es su escéptica visión de Dios, de la religión y de sus practicantes, su madre era la más "religiosa" de la familia (pues creemos por si acaso, dice Pamuk que decía) pero para él: la esencia de la religión es el sentimiento de culpabilidad...lo que yo temía no era a Dios, sino la rabia que sentían los que creían demasiado en él hacia gente como yo. La estupidez de aquella gente excesivamente pía, cuya inteligencia nunca podría compararse -que Dios me perdone- con la de ese Dios ...durante años tampoco me abandonó el temor a ser castigado por no ser como “ellos”.

En las cuatrocientas y pico páginas de las memorias de Orhan Pamuk hay un tesoro por conocer –Estambul- y en el último párrafo, una vocación por revelarse: supe que esa noche no estallaría una discusión entre mi madre y yo, que poco después cruzaría la puerta, huiría a las calles que me darían consuelo, y que después de caminar largo rato regresaría a casa a medianoche y me sentaría en mi mesa para intentar extraer algo del ambiente y de la química de aquellas calles.
-No voy a ser pintor- dije-. Seré escritor.