sábado, 27 de marzo de 2010

TRES

Dicen que al mal tiempo buena cara así que dejaré de lado los periódicos y los noticieros que todos los días nos amargan la existencia y compartiré con vuestras mercedes el placer de la lectura de tres libros deliciosos; pequeños textos por su tamaño (se pueden leer en tres patadas) pero, por su contenido, grandes narraciones: La bicicleta de Sumji (1978), del escritor israelita Amos Oz, El lobo, el bosque y el hombre nuevo (1991) del cubanísimo Senel Paz y Tres vidas de santos (2009) del catalán Eduardo Mendoza.

Amos Oz nació en 1939, descendiente de polacos y rusos; es un destacado escritor universal y un personaje señalado en la vida política de Israel. Ha sido merecedor de varios premios, entre ellos el Príncipe de Asturias en el 2007. Su novela: Una historia de amor y oscuridad (2003), basada en su propia vida, es un testimonio invaluable, en fondo y forma, de la saga de cuatro generaciones. Y entre las novelas cortas y cuentos de este escritor se halla La bicicleta de Sumji, en la que relata un día en la vida de un niño de once años. Todo sucede en menos de venticuatro horas y en apenas cincuenta y seis páginas: amores, traiciones, encuentros y desencuentros; cambia, todo cambia - como dice la canción de Mercedes Sosa- es parte de la enseñanza de vida que Sumji recibe en unas cuantas horas. Seguro que hará que recuerden su propia infancia.

Por su parte, El lobo, el bosque y el hombre nuevo es el origen de la película Fresa y Chocolate (1993), dirigida por Tomás Gutierrez Alea y Juan Carlos Tabío y protagonizada por Jorge Perugorría, Vladimir Cruz y Mirta Ibarra. ¿La vieron? De verdad, no se la pierdan. Ahora bien, la novela (cincuenta paginitas) es sumamente disfrutable, sobre todo si la leen en cubano. El tema podría ser la intolerancia aunque, en mi opinión, es un tratado sobre la amistad. Senel Paz, que debe rondar por los sesenta, es un escritor fino y sensible; casi cualquier lectura suya es inspiradora. Por cierto, Fresa y Chocolate obtuvo en su momento numerosos premios internacionales. Los personajes son adorables: un macho, macho y un afeminado homosexual en la Cuba de finales de los ochenta. Imagínese usted este asunto rodeado de la atmósfera política cubana de esos años (o de estos, para el caso).

Y Tres vidas de santos no desmerece en mi entusiasmo. Tres historias cortas de tres personajes que nos resultan entrañables. El trabajo del escritor, que tan bien desarrolla a sus personajes, logra compenetrarnos con sus mundos y sus situaciones. Pero no es de extrañar, porque Eduardo Mendoza (Barcelona, 1943) es también, al igual y de manera diferente que los otros dos, un excelente escritor. También él tiene varios e importantes premios literarios y a mí, en lo particular, me gusta mucho su tono irónico-casual. En el último relato de Tres vidas de santos (El malentendido), uno de los personajes principales dice: la literatura puede rescatar vidas sombrías y redimir actos terribles; inversamente, actos terribles y vidas degradadas pueden rescatar a la literatura insuflándole una vida que, de no poseerla, la convertiría en letra muerta. Bonito ¿no?

Y no quiero terminar esta modesta contribución a la crítica literaria-no-académica sin contribuir también con un asunto de importancia -secundaria- (aunque no hay que olvidar que el fondo es forma, o viceversa) que atañe a los tiempos que nos han tocado vivir. Así, ennumero algunas de las reglas de urbanidad relativas a las nuevas tecnologías (sí, también hay reglas para el uso de los celulares, las PC, las ipods, los facebooks y los twitters – por cierto, un paréntesis: vi un anuncio muy simpático de una librería que decía: “Por favor, menos face y más books” ; ingenioso, ¿verdad? Procedo, pues, con lo prometido:

1.- Nunca escribir e-mail solo (ojo, dice la Academia que “solo” ya nunca lleva acento) con mayúsculas. La persona que lo recibe siente que es un regaño o una petulancia o peor, que el que lo escribe no sabe dónde van los acentos.
2.- No usar malas palabras en e-mails públicos.
3.- No enviar “cadenas”.
4.- Respetar las reglas de ortografía y evitar el uso de siglas (no poner, por ejemplo, TQM).
5.- Contestar los mail personales.
6.- No estar “chateando” en las oficinas (en lugar de estar trabajando).
7.- No enviar archivos pesados sin aviso.
8.-No pensar que al celular se puede llamar a cualquier hora.
9.- Tener cuidado con el timbre del celular en reuniones. Usarlo en esas ocasiones en modo silenciado o de vibración.
10.- No dejar los celulares o las Palm encima de las mesas. Puede haber accidentes.
11.- No contestar a una pregunta con los auriculares del ipod conectados.
12.- No usar los celulares en los restaurantes o en el transporte público; resulta muy molesto para quienes están alrededor.

Seguro se me olvida algo importante o me excedí. Favor de hacérmelo notar en cualquier caso.

Disfruten el fin de semana

domingo, 21 de marzo de 2010

Nobleza Obliga

Hoy empiezo mal, y es que no crea usted que todo es miel sobre hojuelas; es decir, que -entérese- no todo en la vida encaja a la perfección y es bueno y amistoso y enaltece a nuestra especie. Esta semana me ha topado con la mezquindad: ese sentimiento humano que denota falta de nobleza en quienes lo poseen y lo practican sin recato. Resulta que los llamados niños de Rusia, tres mil niños españoles que fueron enviados a ese país entre 1937 y 1938 para salvarlos de la guerra civil española (y de ellos, por cierto, alrededor de un diez por ciento hubo de formar parte del ejército soviético en la Segunda Guerra Mundial) van a ser desalojados, por el Ayuntamiento de Moscú, del centro social donde aún se reunen 161 niños, hoy ancianos, que viven en esa ciudad.
La comunicación del señor N. Petrov, director del departamento de la propiedad del consistorio moscovita, que los refiere como “arrendatarios malintencionados”, plantea: o un aumento de diez veces la renta que se venía pagando cada treinta días (de 635 a 6,291 euros al mes), o los pondrá de patitas en la calle. Y como si la memoria histórica no existiera, en un acto que solo lo empobrece, el gobierno ruso quiere cobrarse en euros, al estilo Shylock, los últimos gratos momentos de convivencia de estos ancianos que se reunen para recordar aquellas ilusiones infantiles que se fueron perdiendo lejos de sus padres y de su patria. El asunto es triste y adolece de la nobleza que se require para aceptar la deuda moral que ese país tiene con esos niños-ancianos. Como dirían los ingleses: shame on you.

Y para seguir con el tema de la mezquindad, qué mejor que leer
“Los adioses” del escritor uruguayo Juan Carlos Onetti. Novela corta pero densa, de estructura simple -en apariencia- pero compleja para el análisis, de resbaladizo personaje principal, de trama que asemeja una cosa y es otra; narración que parece contar una simple anécdota y es un tratado sobre la mezquindad humana, el arte del rumor y la maledicencia. No puedo decir que me gustó porque, la verdad, me cayó como una losa en la espalda. Lo que sí puedo es recomendarla, porque es muy interesante, y discutirla con algún otro ávido lector para compartir visiones.

Lo que no recomiendo es la película Un sueño posible (The blind side, John Lee Hancock, 2009), estelarizada por Sandra Bullock - que se hizo acreedora al Oscar por la mejor actuación en la entrega pasada - y que aunque no tiene nada que ver con la mezquindad -todo lo contrario- es cursilona y nunca llega a despertar emoción alguna. La verdad, ni para pasar el rato.

viernes, 12 de marzo de 2010

¿Cinéfila, yo?

Esta semana ví tres películas de la cartelera (en orden cronológico): Zona de Miedo (The Hurt Locker, 2008 EU)), Enseñanza de Vida (An Education, GB, 2010) y La Isla Siniestra (Shutter Island, EU. 2010).

Empiezo por la que no. A pesar de estar dirigida por Martín Scorsese (Los Infiltrados, El Aviador, Pandillas de Nueva York,...) y protagonizada por Di Caprio (Titanic, Diamantes de Sangre, Revolutionary Road,...), La Isla Siniestra no llega a alcanzar velocidad de vuelo. Demasiados cabos sueltos para que el espectador se trague esa compleja trama. Si algo no es perdonable en el cine (y en muchas otras cosas de la vida) es que se traten de pasar de listos a costa de uno; y no digo más. Pero para aquellos que les gusten las películas de miedo y de locos asesinos, no dejen de seguir los pasos del policia federal, Teddy Daniels, que busca a una homicida que se ha fugado de un hospital psiquiátrico enclavado en una isla llena de ratas metafóricas y reales. La cinta ha batido records de taquilla en Estados Unidos y Canadá. Actúan también Ben Kingsley (Gandhi,...) y Max Von Sydow, el preferido de Ingmar Bergman. Ah, por cierto, la música también es siniestra.

Por otro lado, Zona de Miedo me resultó muy interesante. De pronto tuve conciencia de que las guerras ya no son como antaño: no hay campos de batalla en los que se enfrentan dos ejercitos; ahora la acción se desarrolla en las ciudades y no sólo participan los soldados; la vida cotidiana se comparte con el cotidiano tiroteo y con la muerte habitual; no hay treguas y el miedo es la única constante para la población que no tiene para dónde hacerse. También me hizo pensar en el daño irreparable que sufren los miles de jóvenes involucrados al grado que, para algunos de ellos, la guerra se convierte en una adicción, en un reto a la muerte y en la única forma posible de continuar con la vida.

La directora, Kathryn Bigelow, ganó el Oscar a la mejor dirección en la última premiación y el protagonista, Jereme Renner, estaba nominado como mejor actor.

Y, por último, Una enseñanza de Vida. Vayan a verla. Es una película muy inglesa (if you know what I mean) situada en los años sesenta. Y no me va a alcanzar el papel ni la tinta (¡qué tiempos aquellos, señor don Simón!) para decir todo lo que esta cinta me provocó. El choque entre la educación tradicional familiar de esa época, la rigidez de los colegios ingleses y la liberación femenina y sexual, con el uso de anticonceptivos, produjeron (¿y siguen aún produciendo?) estragos en un bien tan estimado como la educación. Una brillante estudiante (y sus padres, que la estimulan a pesar de contar con pocos recursos) busca su camino en la vida enarbolando la bandera de la educación. Ese estadio al que pretende llegar -desde luego con la conciencia de que sólo llegan allí aquellos que tienen el talento para ello, y después de haber invertido un considerable esfuerzo personal y familiar- es para ella la puerta para conocer y comprender lo que la rodea (ávida, a sus 16 años, por comerse el mundo a puñados). Para sus padres, la educación es la vía para que su hija llegue a enfrentar la vida sin miedo, con las herramientas necesarias que te proporcionan el saber y la cultura. Pero he ahí que los tres descubren que hay otros senderos para conocer mundo..., y es ahí donde les surge la pregunta interna: ¿para qué sirve la educación? Si van a ver la película encontrarán la respuesta. Se los dejo de tarea...

sábado, 6 de marzo de 2010

PARECE SER QUE PARA TODO HAY GUSTOS

En días pasados, dos amigos a quienes aprecio y cuyos certeros juicios valoro, me dieron opiniones encontradas sobre una misma novela. Uno me dijo: es una porquería, no la recomiendo. El otro, se dedicó a elogiarla. El libro en cuestión es el último de Jordi Soler (escritor mexicano, Veracruz 1963, hijo de exiliados españoles en México, afincado ahora en Barcelona); el título: La fiesta del oso.
Leí dos libros previos de este autor: Los rojos de ultramar y La última hora del último día y como el tema me interesaba -el exilio español- y estaban bien escritos, los disfruté. En esta ocasión, dudé si leer o no esta última entrega de Soler y en eso estaba cuando un tercer amigo me lo regaló acompañado de una advertencia: yo no lo he leído, ya me dirás si vale la pena. Dados los signos, consideré que no tenía otra opción más que darme a la tarea de leer el relato del tío Oriol, desaparecido durante la guerra civil española en los Pirineos. Y claro, cuando hay una desaparición en la familia es natural que con el tiempo se creen historias intrépidas alrededor del desaparecido para no asumir lo que, en este caso era lo más probable, la muerte de un ser querido. El autor convive con estas fantasias familiares (el tío convertido en un pianista excepcional, el tío feliz viviendo en Argentina, el tío, un héroe nacional) hasta que, de manera casual, se entera que el tío sobrevivió y había permanecido en aquellas montañas heladas. Y allí empieza una búsqueda de rastros y rostros cuyo eje principal tiene que ver con una de las frases del libro: Lo que puede hacerse contra el olvido es muy poco, pero es imperativo hacerlo. La historia de Oriol es desgarradora pero el verdadero drama lo vive el relator al confrontar sus fantasías y enfrentarse a la realidad. Se sabe que..., nos va diciendo Soler cada vez que hay una pista y con ello logra que el lector le crea. Bien escrita y, para mi gusto, más literaria que las dos anteriores.
Y para contrarrestar el regusto amargo que nos deja La fiesta del oso recomiendo leer Un Viñedo en la Toscana, el sueño de un amante del vino de Ferenc Máté (Hungría, 1945), un bestseller sobre los proyectos que se cumplen, sobre el valor de lo estético, sobre el buen comer y el buen beber, sobre la calidad de vida, la famila y los amigos. Relato sencillo y sin mayores pretensiones literarias.
Así, mientras uno recuerda a Oriol, herido y desahuciado, comiendo hierbas y agua del río helado, Ferenc (aunque su trabajo le costó) vive en una casa del siglo XII-Il Colombaio- que él mismo remodeló, bebe su propio vino Syrah, nombrado vino tinto del año 2007 y come prosciutto, cuello de oca estofado y cortado en rodajas, higo revuelto en tocino, ravioli al carciofo, lasagna con porcini, pollos criados en casa, ternera estofada con salchichas y setas, cerdo asado marinado con Brunello y acompañado de escalonias y, de sorpresa, tiramisú regado con champagne. Dos historias de vida totalmente opuestas que a lo mejor tienen un pequeño roce que las acerca: la condición humana frente a las circunstancias.