sábado, 15 de enero de 2011

Para cinéfilos y comelones

Desde que descubrí hace unos pocos años al genial director de cine Zhang Yimou (Sorgo Rojo, 1987, Ni uno menos, 1999, La maldición de la flor dorada, 2006, entre otras), me he vuelto seguidora (perseguidora) de películas orientales. Y he visto de todo: desde aquéllas a las que sólo me bastan unos cuantos minutos para descubrir que se trata de una mamarrachada, hasta verdaderas joyas, por cierto, escondidas entre las cientos de películas occidentales que se nos ofertan por estas latitudes. Zhang Yimou pertenece a una generación de cineastas chinos que se ha caracterizado por llevar al cine narraciones minuciosas e intimistas sin dejar, por otro lado, de señalar los problemas sociales que ha sufrido su pueblo, en especial las mujeres, desde las épocas de las dinastías imperiales hasta los años de la Revolución Cultural. Tal es el caso de La boda de Tuya (2007), del realizador Wang Quan´an, que ganó el máximo galardón (el León de Oro) del Festival de Cine de Berlín de 2007.
En el marco de la árida estepa mongola se desarrolla una conmovedora historia de amor protagonizada por una rústica campesina (Tuya) que lucha contra sus circunstancias: un marido inválido, un clima inclemente, la aparición de una lesión física que en pocos años le impedirá trabajar en el campo y la pérdida de sus ovejas, principal patrimonio familiar. Ante este duro panorama, Tuya decide divorciarse y volverse a casar, siempre y cuando el nuevo marido acepte vivir con el anterior esposo. La situación, como es de comprender, es bastante inusual y aunque la belleza de Tuya atrae a muchos pretendientes, ninguno parece estar a la altura del esfuerzo moral y ético que la situación plantea. Al final, Tuya se ve obligada a escoger (después de rechazar a varios "buenos partidos") al único que está de acuerdo con sus condiciones, lo que le implica un costo emocional muy alto.
A la par de un bien descrito relato intimista, que llega a conmover, la película tiene esa otra parte descriptiva y costumbrista del cine moderno chino que nos adentra en ese país y que, para aquellos que no hemos estado en esos confines, resulta no sólo ilustrativa sino sorprendente por su desarrollo... en fin, véanla, muy recomendable (se encuentra en los DVD comerciales).

Otra historia: Dear Wendy (2005) es un film realizado por Thomas Vinterberg (La celebración) basado en un guión de Lars Von Trier, el conocido director y guionista danés, ganador de múltiples premios internacionales (Dogville, Manderlay, Anticristo). Por cierto, me parece interesante comentar que esta misma pareja, (Vinterberg-Von Trier), impulsó, en 1995, un movimiento en el cine (Dogma 95) en el que mediante un manifiesto, un grupo de directores afines se comprometió a seguir una serie de reglas a partir de las cuales se buscaba mostrar al público "la verdad profunda". Las películas, de acuerdo a ese manifiesto, deberían ser filmadas en escenarios naturales, evitando las escenografías de estudio, con cámara en mano o al hombro, grabadas con sonido directo y sin musicalizaciones especiales dando así, a la historia, el peso principal y un tono más realista; el manifiesto era una especie de voto de castidad. Fue un movimiento que trató de frenar el uso desmedido de los efectos especiales, tan socorridos en los films hollywoodenses. Es por eso que las películas producidas por esta mancuerna tienen un sello especial que puede o no gustar; a mí, este estilo, me resulta interesante y provocador.
Dear Wendy es una coproducción danesa, inglesa, alemana y francesa en la que el actor principal es el inglés Jamie Bell, (¿se acuerdan del niño bailarín de Billy Elliot (2000)?), pues ahora Bell, Dick en esta película, es un adolescente miedoso y retraido que, a pesar de declararse pacifista, tiene una relación casi amorosa con una pistola (Wendy). Y resulta que no es el único adolescente de un aburrido pueblo norteamericano en las mismas condiciones que Dick: hay otros cinco "raros" que, lidereados por él, deciden compartir su secreto (son pacifistas enamorados de las armas de fuego) y formar un club (los dandys) que los identifique y los haga moralmente más fuertes, mediante la posesión de un arma que no han de disparar mas que en las instalaciones (una mina abandonada) del club. Todo iba muy bien hasta que un suceso fortuito "pincha" la burbuja de inocencia en la que viven y los pone "cara a cara" frente a la "maldita realidad". La película es una crítica severa hacia la política armamentista de Estados Unidos y a su población de pacifistas con armas (esos que declaran buscar la paz pero se arman como si estuvieran en guerra). Y si bien el tema podría haber sido tratado desde su ángulo más crudo (insisto, el tema es fuerte), director y guionista deciden hacer una especie de "western", a lo Quentín Tarantino -sabes a lo que me refiero- que le quita solemnidad y en momentos hasta llega a ser divertido (por lo estrafalario), si es que no fuera tan trágico. No se me ocurre otra manera más inteligente de tratar este espinoso tema: una "antipandilla" que a fuerza de vivir en una sociedad sin expectativas no tiene otro remedio que refugiarse en una utopia que fracasa. La "antipandilla", al salir de su burbuja se convierte, automáticamente, en una pandilla de jóvenes delincuentes comunes y corrientes. Es decir, si leemos entre líneas, la juventud de nuestro país vecino, según Lars Von Trier y Vinterberg, está siendo "educada" para la delincuencia en una sociedad sin perspectivas éticas y estéticas.
La crítica ha sido muy dispareja; yo, por lo pronto, me declaro del lado de los que la recomiendan (la ví en televisión).
Por último, a petición general, una pequeña disgresión en este blog de reseñas: una receta de cocina fácil, barata y sabrosa (probada):
Sopa de Lechuga
½ lechuga
1 cebolla chica
½ barrita de mantequilla
2 tazas de caldo de pollo o de carne (de preferencia natural)
sal, pimienta negra, nuez moscada al gusto
2 cucharadas de crema
cuadritos de pan frito al gusto
2 tazas de leche
100 grms. de tocino picado y muy frito

Se frie la cebolla en la mantequilla hasta que esté transparente (a fuego bajo para que no se queme), se le agrega la lechuga y el caldo y se deja que dé un primer hervor. Se licúa y se le agrega la leche, la sal, la pimienta, la nuez moscada; se revuelve y se vuelve a poner al fuego sin dejar hervir. Al momento de servir se le agrega la crema y los cuadritos de pan frito con el tocino. Se puede presentar fría o caliente. ¡Suerte!

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